EN BOLIVIA, TODOS CONTRA LOS YANQUIS
CARLOS AZNÁREZ
(Director de "Resumen Latinoamericano")

Como en febrero de 1989 en Venezuela (con el Caracazo), como el 20 de diciembre del 2001 en Buenos Aires, ahora el pueblo boliviano ha ganado la calle para gritar su hartazgo a la política criminal del FMI efectivizada
por sus laderos locales.
Ya lo había advertido en Porto Alegre el presidente venezolano Hugo Chávez: "si las oligarquías no frenan su deseo de seguir despojando a las clases más
humildes, los pueblos van a salir a pedir justicia". Esto es lo que ocurre hoy en las calles de La Paz, Cochabamba, Potosí y el resto del país. La necesidad de cumplir a rajatabla con las imposiciones del gobierno
trasnacional financiero, con sede mayoritaria en Washington, ha llevado al mandatario Sanchez Losada a elegir el camino del suicidio político por tener
que reprimir a balazos a un pueblo que ni siquiera lo votó y vio como su
candidato natural, el diputado campesino Evo Morales, era despojado de un
triunfo electoral que le correspondía legalmente.

Pocos meses le han bastado a Goni Sanchez Losada para demostrar que sólo
podía actuar como un sumiso y obediente mandadero de los yanquis. Primero
fueron los bloqueos de carreteras lanzados hace un mes en el Chapare y otras
regiones, que fueron respondidos con la brutal represión del ejército y la
policía. Y ahora, esta vuelta de tuerca en la que ya ni siquiera los
uniformados que hasta ayer tiraban contra el pueblo han podido avalar un
impuestazo que significaba para los sueldos de los pocos que conservan el
trabajo en Bolivia, una abierta estafa a su dignidad.

En Bolivia, como ocurre en otros puntos del planeta donde se enfrenta al
imperialismo yanqui, todos han elegido bando desde el cual expresarse.

Enfrente de la población humilde están la oligarquia y los militares que
están apostando, bajo cuerda, para que su candidato natural el torturador
Manfred Villa se haga con el gobierno. De allí, que el pueblo no se haya
quedado en sus casas y conformado con las promesas de un presidente que ya
no gobierna, y se lanzara a pelear cuerpo a cuerpo la necesidad imperiosa de
cambios estructurales.

Como en otras ocasiones, los medios de comunicación locales y otros de
Latinoamérica, tan afines a criminalizar a los luchadores populares,  se
alinearon con los represores, irradiando una imagen de un país que ha caído
en manos de una "turba de delincuentes y saqueadores". El mismo argumento
utilizado en Argentina en diciembre del 2001 (donde la policía asesinó a 38
manifestantes) o en junio del 2002 cuando en Puente Pueyrredón masacraron a
Maximiliano y Darío, piqueteros del MTD Aníbal Verón.

Además, los partidos políticos, como el MNR y el MIR vuelven a mostrar los
dientes a la hora de las definiciones, sumándose a la idea de que "al caos
sólo se lo para con órden y disciplina". Veinte muertos en 48 horas serían
la receta que aconsejan los dirigentes de ambas formaciones, que junto con
el partido del ultraderechista Villa y la agrupación del repudiado Sánchez
Losada, conforman el arco de los mal llamados demócratas bolivianos.

En el otro andarivel,junto a sus dirigentes naturales, como Evo Morales,
Felipe Quispe y muchos anónimos dirigentes campesinos, obreros y mineros,
los bolivianos están escribiendo otra página de gloria en su enfrentamiento
contra el capitalismo salvaje. Para muchos de los que en estos momentos se
juegan el pellejo en el levantamiento, este proceso no tiene retorno. O se
logra consolidar un gobierno en el que esté representado el Estado Mayor del
Pueblo (una coalición que agrupa a las organizaciones más representativas
del campo popular) o los enfrentamientos contra los militares fascistas se
van a multiplicar y extender como reguero de pólvora.

Latinoamérica no puede dejar sóla a Bolivia en semejante coyuntura, ya que
se trata de un nuevo eslabón de la gran batalla antiimperialista en la que
están comprometidos sus pueblos. Para frenar a quienes se quieren llevar el
gas boliviano, a aquellos que desean quedarse con el agua o sumarse al ALCA
para sangrar aún más al continente, es necesario alimentar la llama de la
revolución boliviana que ya ha empezado a germinar como lo soñaran Túpac
Katari y Bartolina Sisa, patriotas de antaño que dibujaron en la rebelde
tierra mezcla de aymaras y quechuas, la bandera multicolor de la
independencia.