COLOMBIA: ¿Por qué
tanta ONG?
Los Estados Unidos de América, como lo están demostrando ahora con
el Plan Colombia, sí saben para qué son estas organizaciones.
Por Gabriel Angel Miembro del Comité Temático de las FARC-EP
De enero a septiembre de este año se han registrado en la Cámara de Comercio
de Bogotá 1.515 organizaciones no gubernamentales. ¿Qué hay detrás de
semejante proliferación? Las palabras reveladas al diario El Tiempo por
la nueva embajadora de los Estados Unidos en Colombia pueden suministrarnos un
hilo conductor. Según ella el gobierno de ese país tiene actualmente en el
Putumayo a 80 ONGs pendientes de cualquier efecto nocivo que sobre los seres
humanos o el ecosistema puedan producir las fumigaciones de cultivos ilícitos
previstas en el Plan Colombia. Los colombianos nos hemos ido
acostumbrando a escuchar de labios de los generales de la república, de los
Plinios y demás voceros de la caverna, que la guerrilla auspicia la
conformación de organizaciones de este tipo para que difamen de las fuerzas
armadas y de la democracia más antigua de América Latina. Esto desde luego
ha traído la consecuencia lógica de que muchas organizaciones defensoras de
derechos humanos se hayan convertido en blanco de las amenazas y atentados de
los grupos paramilitares, que el régimen en pudoroso acto de pulcritud jurídica
y verbal prefiere llamar de justicia privada.
De acuerdo con esta enfermiza concepción, la actual propagación
indiscriminada de ONGs debe obedecer al interés de las organizaciones
subversivas por promover todo tipo de obstáculos al cabal desempeño de
las tropas oficiales asesoradas por el ejército norteamericano. Son tan
estrictas las leyes que hay en esa materia en los Estados Unidos, según Anne
Patterson, la novísima Virreina, que la acción de un solo soldado contra los
derechos de la población civil puede originar el bloqueo definitivo de
recursos a todo un batallón o brigada objeto de la ayuda gringa.
Ojalá fuera verdad tanta belleza, con todo y la criminal represión que
pudiese acarrear. Valdría bien correr los riesgos con tal de impedir la
ejecución del Plan Colombia. Pero para desdicha de los instigadores y
determinadores del crimen institucionalizado, que siempre viven más atrás de
los tiempos presentes y por ello se confunden e irritan con frecuencia, otra
parece ser la fuente que alimenta la explosión de ONGs.
El mismo Plan Colombia contiene lo que han dado en llamar
componente social, importantes sumas de dinero para atenuar sus efectos bélicos
con programas comunitarios, y se prevé sean manejados por organizaciones no
gubernamentales. Es que hay muchas cosas que se ignoran en materia
de las ONGs y sobre lo cual hay que sacar conclusiones de la experiencia del
país con ellas. Y atar uno que otro cabo. Resulta notoria por ejemplo la
coincidencia entre el desbordamiento de las organizaciones no gubernamentales
y la aceleración de la fase neoliberal del capitalismo. Aún guardamos en la
memoria la asociación que solía hacerse a finales de los años ochenta entre
la socialdemocracia europea y el apoyo a la creación de las ONGs.
Fueron muchos los activistas de izquierda que cambiaron su militancia política,
sometida a mil riesgos en medio de la guerra sucia, por su vinculación a
ellas, mucho menos peligrosas y recubiertas con cierto aire de intelectualidad
vanguardista y respetabilidad política. Desde luego que la
dependencia total de los recursos externos termina por hipotecar por completo
la conciencia. Lentamente, para usar una expresión en boga, sus integrantes
fueron obligados a irse tragando sapos, a adoptar cada vez rutas más largas,
a efectuar complicadas maromas, para seguir considerándose revolucionarios.
La financiación podía ser suspendida si se llegaba a descubrir que tras
ellos había algún partido político de izquierda o simpatías sospechosas
hacia las organizaciones insurgentes armadas. Tenían que ser organizaciones
muy amplias, para nada ligadas a
dogmas ideológicos, dedicadas a luchas de índole social. Los romanos
llamaban esto capitis diminituo, usted sigue vivo pero sin capacidad para
pensar por sí mismo. Otros que sí son capaces, administrarán sus asuntos.
La caída del socialismo soviético y sus satélites terminó por convencerlos.
El destino de la humanidad no estaba ligado para nada a la lucha de clases,cualquier
análisis con este sesgo estaba superado por la historia. De ahí que
terminaran, con su matiz peculiar, haciendo parte de las filas de los
conciliadores, de quienes consideran que la época de los enfrentamientos
irreconciliables ha cedido su lugar a la de los acuerdos por consenso. Su
lenguaje se tornó técnico, ya no se opina sino que se hacen lecturas y
cientos de expresiones como empoderamiento, tejido social, modelo de
redistribución, principios de complementariedad e imaginario social saturaron
sus discursos con el único fin de disimular su claudicación.
Porque si algo les duele es no ser considerados aún como revolucionarios.
Que un número importante de los dinosaurios hubieran seguido su marcha sin
reparar mucho en sus artilugios y arrastraran tras de sí a inmensas masas
humanas de desprotegidos. Ellos ya tenían resuelto el problema, se trataba de
convocar a eventos, en cada ciudad, en cada momento, según el tema de moda, a
los que concurrieran todos los que tuvieran algo que ver con él, los buenos,
los malos, los neutrales, los semineutrales, los indiferentes y los
responsables. Allí todo el mundo tendría oportunidad de hablar, de expresar
sus puntos de vista, de desahogar su resentimientos.
Las decisiones siempre quedarían en manos del poder, pero no
importaba, la sociedad había participado con elocuencia civilizada y en paz.
Porque todos adoptaron un común denominador, como dice el ejército en sus
comerciales televisivos. La condena a los violentos, fueran cuales fueran sus
motivaciones y razones. Es claro que el papel de las ONGs es el de aconductar
la inconformidad y la rebeldía, llevarla por cauces institucionales, impedir
su desbordamiento subversivo. De ahí sus cordiales relaciones con el gobierno.
Ellas ingresan a sus rebaños a los estudiantes universitarios inquietos, a
los dirigentes beligerantes de las
organizaciones populares, a la intelectualidad ávida de espacios para
publicar su pensamiento, a todos los proclives a la lucha. Para encuadrarlos
en estrechos marcos reformistas y de connivencia. Su cebo es el
acomodamiento. Foros y eventos que se suceden uno tras otro para los cuales se
donan los pasajes aéreos, el confortable hospedaje y la buena alimentación.
Siempre hay la posibilidad de hacer turismo. Y se puede posar de avanzada. Y
se codea uno con viceministros, dirigentes gremiales, dirigentes sindicales, y
de pronto hasta con dirigentes guerrilleros. Ante los violentos desórdenes
suscitados en Seattle, Londres y Praga contra el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, un editorial
de días pasados en el diario El Tiempo explicaba como estas mismas entidades
de un tiempo atrás se dedicaron a propiciar la multiplicación de ONGs en el
mundo a fin de incentivar la participación de la sociedad en la discusión de
las políticas públicas, con el sano y loable propósito de evitar el
estallido de las multitudes marginadas afectadas por las políticas
neoliberales.Con razón hay quienes afirman con conocimiento de causa, que
detrás de las sumas millonarias que los países europeos destinan para
patrocinar ONGs en nuestro país y en los demás países del llamado tercer
mundo, se encuentra la Fundación Rockefeller.