De Gran Interés

Acueductos

Acueducto romanoLa Roma Antigua tenía siete colinas y nada menos que once acueductos. La grandeza de la ciudad crecía proporcionalmente al volumen de agua que entraba en ella. Cuando los bárbaros cortaron su suministro, Roma cayó.

Hay puntos en la ciudad donde todavía podemos ver restos de los gigantescos arcos de estas obras maestras de ingeniería, especialmente los de la Vía de San Gregorio y Porta Maggiore. La grandeza de Roma también está patente en los restos de los acueductos del sudeste de Roma, en el Parque de Appio Claudio y, naturalmente, en los de Francia, España y Gran Bretaña.

Los acueductos eran canales construidos con cemento a prueba de agua y estaban cubiertos con losas de piedra. Manteniendo una inclinación constante respecto al suelo (una pendiente de un 1 x 1.000) transportaban hasta la ciudad el agua que recogían de las colinas circundantes. Para que el agua tomara presión se almacenaba en grandes depósitos construidos ad hoc junto al manantial.

El desnivel del terreno se compensaba alzando puentes de dos e incluso tres arcadas en piedra, ladrillo o cemento. Cuando el agua llegaba al centro de Roma abastecía las fuentes y edificios públicos -especialmente las termas- por medio de cañerías de plomo, terracota o madera. Los romanos destinaban una gran parte del erario público al mantenimiento de estas instalaciones para garantizar el abastecimiento constante de agua fresca y limpia.

Tipologia acueductos romanosDurante la época de su mayor esplendor Roma disponía de abundante agua fresca y limpia; sin embargo durante los asedios de los bárbaros sufrió frecuentes cortes de suministro hasta que literalmente se secó.

Ésta es la llamada interpretación "acuática" de la decadencia de Roma. Otra atribuye su caida al exceso de plomo acumulado en la sangre de los romanos por la utilización de tuberías y cacerolas de este metal que, según los expertos de la época, mermaba su capacidad para la lucha.

Una tercera se basa en la idea de que el alto nivel de vida de la ciudad causó un excesivo consumo de agua, tanto para uso privado (doméstico) como público (para abastecer a las termas), que "ablandó" a los romanos. Los bárbaros (godos y visigodos) los vencieron casi sin esfuerzo.

Durante casi un milenio los romanos se vieron forzados a usar otra vez las aguas contaminadas del Tiber. Esto ocasionó innumerables problemas de salud. La Etad Media fue una época muy oscura pero sobretodo muy sucia.

Esta situación perduró hasta que los papas del Renacimiento mandaron reconstruir los acueductos. Hoy, junto con los modernos, tres de los antiguos acueductos siguen suministrando agua fresca y limpia a la ciudad. Paradójicamente sus aguas nunca se mezclan. Los romanos siguen recogiendo el agua de fuentes y manantiales públicos, quizá prefieran este "Acqua" por creer en sus cualidades curativas.

Acueductos

Historia

Siglos VIII-IV a.C. Los romanos, ya que las aguas del Tiber están contaminadas, usan la de los pozos y fuentes de la ciudad.

312 a.C. El Senado, consciente de que el crecimiento desmesurado de la población podría causar problemas de abastecimiento, encarga a Appius Claudius Caecus, constructor de la Via Appia, traer el agua de las colinas vecinas. El Acqua Appia, el primer acueducto, es casi en su totalidad subterráneo.

144 a.C. El acueducto Acqua Marcia, el primer y más largo acueducto elevado, llega hasta el Capitolio.

33 a.C. En un solo año Marcus Agrippa repara cuatro acueductos, ordena construir el de Acqua Giulia, 500 fuentes y 700 pozas y piscinas públicas. Veinte años despues manda erigir el acueducto de Acqua Vergine (Agua Vírgen) y los primeros establecimientos de baños públicos de la época imperial. (ver la Fontana di Trevi).

410. Durante el primer saqueo de la ciudad a manos de los godos, Roma cuenta con 11 acueductos que abastecen 1212 fuentes, 937 baños públicos y 11 "thermae" (termas) imperiales. La sociedad romana esté en decadencia y es muy vulnerable.

537. Vitges, rey de los Godos, manda cortar el suministro de agua de los acueductos.

1453. El papa Nicolás V encarga al gran arquitecto florentino, Alberti, la restauración del acueducto de Acqua Vergine.



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